Sleater Kinney, Little Rope

El undécimo álbum de Sleater-Kinney les presentó desafíos de vida sin precedentes. Durante la realización de ‘Little Rope’, la madre y el padrastro de Carrie Brownstein fallecieron en un accidente de coche. El álbum ya estaba en marcha, pero es difícil escucharlo sin sentir las reverberaciones sísmicas de esa tragedia. La respuesta es un álbum tenso que busca furiosamente su lanzamiento, formando un tira y afloja de presión y liberación en torno a los atributos definitorios de la banda: la tumultuosa voz de Corin Tucker y la lívida guitarra de Brownstein. En el malhumorado “Hell”, esas guitarras aparecen como un mal tiempo detrás de la tormentosa entrega de Tucker.

Carrie Brownstein siempre ha mantenido su instrumento en alto, pero aquí lo siente más cerca que nunca, un motor de comodidad e incomodidad. “Needless Wild” suena rápido, encontrando tracción entre su vigorizante y contagioso riff de glam-rock y sus letras salvajes. “Say It Like You Mean It” sigue sugerentemente, salpicando una melodía pop exultante. Mientras tanto, deja que su guitarra hable por sí sola, con algunas de las interpretaciones más palpablemente emotivas de su vida que impregnan temas como el tenso y nervioso “Hunt You Down”, el indomable y glamuroso arrogancia de “Crusader” y, fundamentalmente, el drama arrollador del cierre épico “Untidy Creature”.

Carrie-Brownstein La fuerza lírica del álbum radica en su exploración del dolor, la pérdida y la transformación. Las letras a menudo cambian las impresiones iniciales, revelando capas más profundas de significado tras escuchas repetidas. El rango emocional de la voz de Corin Tucker agrega una dimensión potente al álbum, con momentos de vulnerabilidad y crudeza que contribuyen a su cualidad portadora de alma.

‘Little Rope’ es uno de los discos más finos y delicadamente estratificados de los casi 30 años de carrera de Sleater-Kinney. En la superficie, las diez canciones del álbum varían de sobrias a himnos, de pegadizas a deliberadamente duras. Pero debajo de eso se encuentran quizás los arreglos más complejos y sutiles de cualquier disco de Sleater-Kinney, y una brújula lírica y emocional que apunta firmemente en la dirección de algo a la vez liberador y aterrador: la sensación de que la única forma de obtener el control es dejarlo ir.